3 minutos y 33 segundos, es lo que duró la “ofensiva musical”, que perpetró Shakira con la complicidad del Rey Midas de la música rapera, Bizarrap.
El General Norman Schwarzkopf, necesitó algo más de esos tres minutos para acabar con el villano de Sadam Hussein, pero la idea era la misma: asestar un golpe rápido, letal y efectivo que pillara por sorpresa a su enemigo.
Pues oyendo la canción, eso es lo que se deduce: que Shakira ha convertido a su ex pareja en su peor enemigo.
Si no estás al tanto de los detalles de la historia, mitad tema musical, mitad operación de marketing, no tendrás vela en ninguna de las tertulias post-navideñas. Estás fuera.
Es el asunto que no sólo ha dado lugar a infinidad de artículos, comentarios, memes, sino que también están utilizando las marcas comerciales de forma sagaz y oportunista, aprovechando la repercusión mundial del “affaire”.
Yo, como melómano y profesional del marketing y la comunicación, tengo el “corazón partío”:
Por un lado, creo que desde el punto de vista moral ha sido una torpe iniciativa componer un tema con un altavoz que llega a millones de personas, para ventilar de forma groseramente explícita, las cuitas de un desamor que aún supura.
Es un poco como ese mayordomo que va al programa de televisión de máxima audiencia, para revelar los secretos de alcoba del famoso de turno.
Mi condena moral se agrava cuando no sólo arremete contra Piqué, sino que, en el fuego cruzado, hay varias víctimas colaterales que no habían pedido vela en esta guerra relámpago.
Una de ellas es la pareja actual de Piqué, Clara Chía, quien mantenía un perfil bajo y discreto y se ha visto de la noche a la mañana bajo todos los focos. Gente escudriñando en su vida. No hay desagravio para esta chica de 23 años, a quien seguro que su exposición pública no solicitada le ha sobrepasado claramente.
Como en todo “conflicto” hay otras víctimas colaterales: los hijos de Shakira y Piqué. Ellos no merecen que el resentimiento de su madre quedé plasmado para la historia en una canción. Les queda lo suyo en el colegio, en su círculo de amigos, en redes. No hay psicólogo que cure esa herida.
La otra lectura de la operación, cuidadosamente orquestada, tiene que ver con mi vocación de profesional de la comunicación y del marketing.
Desde ese punto de vista, la iniciativa de Shakira de rentabilizar un dolor que es obvio es impecable, a tenor de los resultados económicos (pues fama no necesitaba).
Cuando escribo estas líneas, la canción lleva más de 65 millones de reproducciones en YouTube en 4 días. Como referencia, uno de los temas más oídos de la historia, “Despacito” de Luis Fonsi, llegó a 25 millones de reproducciones en apenas 12 horas.
Me da por pensar, que cuando baje la espuma y haya otro asunto que ocupe titulares y tertulias de amigos, el tema de Luis Fonsi se seguirá reproduciendo. El otro, no.
Porque la operación es una acción de marketing de guerrilla. Mucho dinero en poco tiempo, que le permitirá a Shakira saldar cuentas con hacienda y elevar su tren de vida.
Si eso era lo que pretendía, el diseño y puesta en marcha de la operación es una obra maestra de la comunicación y el marketing. Al estilo de las que hacía Madonna, con sus claras provocaciones a la iglesia y la moral. Funcionaban y cumplían su objetivo.
No deja de ser curioso que en uno de los temas más bonitos de una Shakira menos estratega y más intérprete, “Inevitable”, dice: “siempre supe que es mejor cuando hay que hablar de dos, empezar por uno mismo”. Un brindis al sol, parece ahora.
Hay canciones que son atemporales. Los grandes temas de la historia, desde Dylan y los Beatles, hasta Freddy Mercury seguirán sonando durante décadas, pues detrás de cada uno de esos temas, se encuentra además de talento musical, el intento de transmitir un mensaje, de forma sutil, para que quien la escuche haga su propia interpretación.
La operación de marketing, desde el punto de vista comercial y mercantilista tiene un fallo: habría sido mucho más efectiva desde el punto de vista de las ventas que la letra hubiera contenido alusiones veladas y sutiles a su relación para que cada oyente completara la historia con su interpretación. Al mismo tiempo, Shakira habría salido airosa como cantante, mientras dejaba un “recado” a su ex.
Al final, creo que se ha impuesto el resentimiento y a esta campaña de comunicación le ha faltado algo de pausa y sutileza para que no caiga pronto en el olvido.
Decía el inolvidable y sabio Nelson Mandela que “El rencor es como tomar veneno y esperar que mate a tus enemigos”.
Shakira ha tomado un buen trago de ese veneno. Sólo el tiempo será testigo de a quién de los dos le habrá hecho más daño la dosis ingerida.
También nos queda saber lo que dice el VAR sobre la jugada.